Existen muchas opiniones que apoyan la idea que, a pesar de que bajar de peso es difícil, lo verdaderamente desafiante está en mantenerse en ese nuevo peso. Una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad Noruega de Ciencias y Tecnología (NTNU), explica por qué a las personas les resulta tan arduo prolongar los resultados al reducir el sobrepeso. Y es que los investigadores encontraron que luego de haber perdido una gran parte de su peso, la química corporal hace que estas personas tengan más hambre y un mayor deseo de comer.
El estudio encontró que, en un intento por recuperar el peso perdido, el cuerpo humano reinicia su termostato para quemar combustible de manera más eficiente, economizar quema de calorías en los movimientos y para acelerar el impulso de encontrar y comer alimentos.
Los investigadores creen que estas respuestas evolucionaron para proteger a los humanos contra el desgaste en tiempos de hambruna; pero en sociedades donde los alimentos calóricos nunca escasean, estas adaptaciones han funcionado en detrimento de las personas que se esfuerzan por mantener un peso saludable.
Para estudiar los efectos de la pérdida de peso en 35 personas con obesidad severa, los investigadores les ayudaron a perder cerca de una décima parte de su peso. Proporcionaron asesoramiento dietético, entrenamiento físico y psicoterapia durante tres semanas en un refugio. Al inicio del estudio todos los sujetos tenían un índice de masa corporal mayor a 42 (mayor de 30 se considera obeso).
Cuatro semanas después de iniciado el estudio, los sujetos habían perdido un promedio de 3,5% de su peso corporal. En ese momento el equipo de investigación midió los niveles en la sangre de la hormona del hambre y la saciedad en los participantes; a pesar de que se registró un incremento en los niveles de la hormona del hambre, los voluntarios no manifestaron un aumento de la sensación de hambre o deseo de comer.
Pasado un año, los participantes habían perdido aproximadamente el 7,4% de su peso y mostraban mejoras considerables en su estado físico. Pero informaron un aumento significativo en su hambre y deseo de comer.
Dos años después, los sujetos habían logrado mantenerse en su nuevo peso, pero continuaron informando que los niveles de hambre y deseo de comer que eran tan o más altos que al final del primer año, así como que no se sentían satisfechos después de una comida.
Los registros de los niveles de las hormonas del hambre y la saciedad mostraron un incremento; sin embargo, la intensificación de las hormonas del hambre parece anular el aumento de las hormonas de la saciedad.
La investigadora Silvia R. Coutinho, del Departamento de Investigación del Cáncer y Medicina Molecular de la NTNU y una de las autoras del estudio, indicó:
Esta información es importante para los pacientes y los profesionales de la salud que trabajan con este grupo de pacientes; es imperativo identificar estrategias que puedan ayudar a los pacientes a lidiar con el aumento del hambre a largo plazo.



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